Jueves 12 de Mayo de 2022

Derechos culturales y la nueva constitución

Columna de opinión del profesor Sebastián González.

EL 1º de Mayo recién pasado, el actor chileno Alfredo Castro fue premiado como Mejor Actor de Reparto por su papel en la película Karnawal en los Premios Platino, que premian lo mejor del cine y tv en Latinoamérica. En su discurso de agradecimiento, Castro le pidió al presidente Gabriel Boric más recursos para la cultura en Chile. Las redes sociales no tardaron en reaccionar, “hay asuntos más importantes y urgentes” es una frase que el mundo de la cultura está acostumbrado a escuchar y que sonó aún más fuerte ahora que los países tienen que combatir los resultados económicos que dejó la pandemia y el conflicto ruso-ucraniano.

La opinión que tiene mucha gente sobre el mundo de la cultura está altamente influenciada por noticias falsas, desinformación y una percepción de que las artes en Chile reciben mucho y aportan poco. Es cuestión de ver cada año cuando se entregan los resultados de los fondos de cultura, como Twitter e Instagram se ven repletos de comentarios, incluso agresivos, sobre el desperdicio de recursos y la sobre importancia que se les da a artistas y cultores que hacen obras que, supuestamente, nadie ve. Sin embargo, los datos indican que la cultura en Chile aporta más en términos económicos de lo que la gente habitualmente cree.

En 2017, el antiguo Consejo Nacional de la Cultura y las Artes elaboró un estudio donde se evaluaba el impacto económico que tiene la cultura, referidos al PIB, el comercio eterios, entre otros. Los resultados dieron cuenta que el sector creativo aportó un 2,2% al PIB del país, frente a otras áreas productivas como el sector agropecuario, la pesca, y las bebidas y tabaco aportaron un 2,6%, un 0,4% y un 1,6% respectivamente. Es decir, la cultura es un área que contribuye de manera importante a la economía y crecimiento del país. Sin embargo, el presupuesto anual de cultura representa solo el 0,3% del Erario Nacional este 2022, una baja frente a un presupuesto de años anteriores del 0,4%. En términos comparativos, el gasto público en los países de la OCDE supera el 1% y en Francia promedia un 1,7%.

Entonces, ¿de dónde surge esta desinformación sobre el aporte de la cultura a la economía del país? Y ¿qué rol puede cumplir la constitución en posicionar esta área como relevante para la sociedad? Sin entrar en el debate sobre que cosas deben o no deben incluirse en una constitución (le dejo esas discusiones a los convencionales y a los expertos), no es menor pensar que la inclusión de la cultura como un derecho y deber del estado en la Carta Magna de un país ya implica un gesto no sólo de reconocimiento, sino que de valor frente a otros tipos de derechos necesarios para todo ciudadano.

En la Constitución de 1980, la palabra cultura aparece apenas nombrada una vez, en el Capítulo III sobre derechos y deberes constitucionales, en el artículo 10° sobre el derecho a la educación. Dice “corresponderá al Estado, asimismo, fomentar el desarrollo de la educación en todos sus niveles; estimular la investigación científica y tecnológica, la creación artística y la protección e incremento del patrimonio cultural de la Nación”. Se puede inferir entonces, que la cultura se comprende como un área de la educación, y su promoción dependerá de las políticas que deriven de este mandato en términos educacionales y no, necesariamente, como un área independiente.

Resulta alentador, que, en los artículos aprobados en la Convención Constitucional, la cultura tenga una relevancia mayor. Primero, se establece el concepto de derechos culturales que el Estado deberá resguardar, estos incluyen la participación libre, la identidad cultural, libertad de creación, el espacio público, igualdad ante la ley, diversidad cultural, y patrimonio. Pero lo que me parece fundamental es el rol que el Estado deberá tener en la promoción y fomento al acceso, desarrollo y difusión de la cultura en el país. Pero ¿por qué es esto relevante? Porque es justamente la falta de acceso a las iniciativas, obras y artistas chilenos los que provoca la aparición de una concepción errada en los contenidos, calidad e importancia la cultura en el país.

En el mundo audiovisual hay una idea constante de que el cine chileno, por ejemplo, habla solo sobre la dictadura, o solo tiene sexo, que tiene mala calidad técnica y que sus premios van de la mano con un lobby político. Sin embargo, el sitio Cine Chile y el fact check de la FCOMy Pauta comprobaron que las películas que hablan de la dictadura son apenas cercanas al 15% aproximado. La calidad técnica, además, es tan alta que muchas producciones internacionales han venido a filmar a Chile con técnicos chilenos y, por ejemplo, varios directores de fotografía nacionales están trabajando en proyectos en Estados Unidos y Europa. Sobre los premios internacionales, resulta iluso pensar que una película como Gloria (Sebastián Lelio 2013) fue premiada en la Berlinale por razones políticas, cuando la película habla de una mujer adulta buscando el amor.

Un Estado que apoye a la cultura desde las bases de su institucionalidad permitirá construir una mejor nación. Las artes son una ventana al mundo, al conocimiento y a la belleza en el amplio sentido de esos términos. No hay que olvidar que, durante los largos meses de cuarentena, fueron los museos quienes adaptaron sus exposiciones para verse online, que fueron las plataformas quienes permitieron que pudiésemos ver cientos de películas y series, incluido Ondamedia, la plataforma del cine chileno, que tuvo más de 2 millones de visualizaciones por mes durante la pandemia. Es por eso, que lo que se vislumbra con una nueva constitución en el ámbito de la cultura, nos permite pensar en un país más culto, más abierto y con cada vez más artistas, cultores y trabajadores culturales, desarrollando obras de las que nos sintamos orgullosos, pero que al mismo tiempo, sean accesibles para todos los chilenos.