Palabras Nuncio Apostólico Monseñor Kurian Mathew Vayalunkal
“Hoy es tiempo de dialogar y de construir puentes”
Agradezco la invitación a este espacio de diálogo sobre el trabajo conjunto de las confesiones religiosas en la promoción y defensa de los valores fundamentales que emanan de la dignidad de la persona.
El desafío de la fraternidad y bien común.
En un contexto plural es frecuente constatar la presencia de tantos creyentes comprometidos en diversos ámbitos de la vida social, económica y cultural, dando cuenta de que la dimensión espiritual es fundamental para su identidad. Siendo seguidores de tradiciones religiosas diferentes plasman en su vida aquellos valores que les son constitutivos y que provienen de su sentido religioso. Esta diversidad está llamada a construir juntos, a partir del diálogo, una renovada fraternidad universal. Como enseñó el Papa Francisco “el objetivo del diálogo es establecer amistad, paz, armonía y compartir valores y experiencias morales y espirituales en un espíritu de verdad y amor”.
Este desafío de la fraternidad y el bien común nos convoca para que juntos podamos dar respuesta a la pretensión del sentido último de nuestra existencia, con la certeza de que las religiones tienen la pretensión de “responder, de varias maneras, a la inquietud del corazón humano”.
La pregunta sobre el sentido.
Situados en este claustro universitario, resulta pertinente recordar que las ciencias nos proporcionan conocimientos extraordinarios, pero no pueden darnos una respuesta a la inquietud fundamental antes descrita porque su campo de acción es otro. En cambio, las diferentes confesiones religiosas sí buscan responder a la pregunta sobre el sentido de la vida y la trascendencia.
Por ello, la Iglesia ha fomentado persistentemente el diálogo y la colaboración interreligiosa, para promover juntos los valores del respeto, de la libertad de culto y religiosa, del respeto a la propia conciencia. En el trasfondo está la certeza de que hay una preocupación compartida por el sentido, la cual debe llevarnos, desde nuestras identidades, a dialogar y colaborar juntos al servicio de un bien común. Cabe recordar que la Iglesia católica “no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, por más que discrepen en mucho de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres”.
La búsqueda de la verdad.
Pero, fomentar el diálogo no se debe confundir con una pretensión de consenso religioso o de transar las convicciones de fe. Es más, “este diálogo, para ser auténtico, no debe ceder al relativismo y al sincretismo, y debe estar animado por el respeto sincero a los demás y por un generoso espíritu de reconciliación y fraternidad”. Por ello, toda genuina creencia religiosa ha de situarnos en camino hacia la verdad, dirigiéndonos a la trascendencia, sin descuidar el fomento de una conversión moral, de una vida íntegra y de la necesidad de vivir en paz con nuestros prójimos.
Las formas de diálogo interreligioso.
La Iglesia católica, con respecto al diálogo entre confesiones religiosas, favorece: “el diálogo de la vida en la que las personas se esfuerzan por vivir en un espíritu abierto y de buena convivencia compartiendo sus alegrías y penas, así como sus preocupaciones y problemas humanos; el diálogo de la acción en la que cristianos y fieles de otras religiones, aplicando sus principios religiosos particulares, colaboran para un desarrollo humano integral; el diálogo del intercambio teológico en el que los especialistas buscan ahondar en la comprensión de los diferentes patrimonios religiosos, y apreciar los valores espirituales de cada uno; y el diálogo de la experiencia religiosa en la que las personas, enraizadas y convencidas de sus propias tradiciones religiosas, comparten sus riquezas espirituales” .
Estos diferentes niveles de diálogo están al servicio de una proximidad fraterna entre las tradiciones religiosas favoreciendo caminos de unidad y de respeto recíproco, poniendo en movimiento la fraternidad al servicio de nuestra cultura y del bien común. En palabras de Benedicto XVI “hemos de seguir caminando con valentía, respetando todo lo que nos diferencia y promoviendo todo lo que nos une».
Caminos de trabajo conjunto.
Situados en nuestra realidad de Chile, emergen algunos campos preferentes para un trabajo conjunto:
1. La defensa de la dignidad humana y la libertad religiosa.
Una tarea común ha de ser la protección y promoción de los derechos humanos, particularmente lo que se refiere a la libertad religiosa y de conciencia, derecho “arraigado en la dignidad de la persona humana como un ser espiritual, relacional y abierto a lo trascendente. Por lo tanto, no es un derecho reservado solo para los creyentes sino para todos, porque es la síntesis y la cumbre de otros derechos fundamentales»
Ya que la libertad religiosa y de conciencia hoy son discutidos resulta urgente que las tradiciones religiosas asuman la tarea común de promover, custodiar y poner en evidencia las buenas razones por las que una sociedad laica y plural debe respetar la libertad religiosa y de conciencia como un valor inalienable. En este sentido los líderes religiosos tenemos la responsabilidad de “inculcar a la sociedad un profundo sello y respeto por la vida humana y la libertad; también, para asegurar que la dignidad humana sea reconocida y apreciada; para facilitar la paz y la justicia; y enseñar a los niños lo que es correcto, bueno y razonable!”
2. Constructores de la paz social.
La paz es un propósito que late en el corazón de las diferentes tradiciones religiosas, sabiendo que su consecución es posible “cuando son respetados los derechos humanos, especialmente el derecho de profesar la propia religión”.
Sin embargo, en un tiempo convulso como el nuestro, es urgente redoblar los esfuerzos para construir juntos una cultura del encuentro en la cual los que somos diferentes, sepamos tender puentes pensando en el bien mayor de Chile. Como ha señalado Su Santidad León XIV “hoy es tiempo de dialogar y de construir puentes. En esta tarea, las distintas tradiciones religiosas, pueden ayudar activamente. La paz social es tarea del estado, de los diferentes actores políticos y sociales, pero también es tarea de las tradiciones religiosas que, movidas por intereses trascendentes, pueden poner en el horizonte de la sociedad principios y valores que, en medio de las turbulencias del tiempo, sean capaces de sembrar paz y fraternidad.
3. Testigos de caridad.
Al abocarnos al bien común, emerge la caridad como un empeño imprescindible para que juntos podamos vivir el amor en tantas obras de bien. La colaboración interreligiosa brinda oportunidades de expresar los ideales más elevados de cada tradición religiosa así como vivir en lo cotidiano el amor en sus diferentes expresiones. Asistir a los enfermos, auxiliar a las víctimas de los desastres naturales o de la violencia, cuidar a los ancianos y a los pobres, son algunas de las áreas en las que podemos colaborar juntos. El rostro sufriente de tantos hermanos nos interpela a vivir una caridad ardiente, fraterna y sin distinción de credos.
4. El cuidado de la Casa común.
Hoy, según diversos estudios científicos, vivimos una creciente emergencia ecológica que pone en riesgo nuestra Casa común y, por ende, a la vida humana. Como enseñó el papa Francisco “el respeto a la creación es una consecuencia inalienable del amor al Creador, a los hermanos y hermanas con quienes compartimos la vida en el planeta”. De ahí que debemos poner nuestros esfuerzos comunes en atención a custodiar la Casa común, como un empeño profundamente humano, porque vela por el futuro del hombre. Sabiendo que la mayor parte de la población mundial son creyentes, esto se presenta como una oportunidad que provoca a las religiones a “entrar en un diálogo entre ellas orientado al cuidado de la naturaleza, a la defensa de los pobres, a la construcción de redes de respeto y de fraternidad”.
Conclusión.
Aprovechando la oportunidad que esta casa de estudios nos ofrece, los invito a poner nuestros mejores esfuerzos para promover un dialogo interreligioso que, respetando las legítimas diferencias, pueda ser un aporte a Chile ofreciendo espacios de unidad, libertad, paz, respeto y fraternidad. También los invito a ser testigos de fraternidad mostrando a esta patria que quienes somos distintos por tradición, pensamientos y religión somos capaces de aunar voluntades y ofrecer propuestas para el bien común de Chile.
H.E. Kurian Mathew Vayalunkal
Nuncio Apostólico
23 septiembre 2025