En el marco del Día del Terapeuta Ocupacional, que se conmemora el 5 de abril, la directora de nuestra Escuela, María Elena Riveros, comparte una carta respecto a la ‘privación ocupacional’, una consecuencia de esta pandemia, de la cual poco se habla.
“Estar confinado/as en nuestros hogares, obligado/as a permanecer encerrado/as producto de la pandemia del COVID-19 está afectando no sólo nuestra salud física, mental y emocional, sino también nuestra calidad de vida, nuestro bienestar, el de nuestras familias y comunidades. El aislamiento social tiene una consecuencia de la que poco se habla y que impacta fuertemente en nuestras vidas: la “privación ocupacional”.
Entendemos por ocupaciones a la posibilidad de desenvolvernos en distintas tareas que dan significado a la necesidad individual de sentirnos competentes y validada/os en las propias capacidades, intereses, valores y objetivos personales. Las ocupaciones son actividades que realizamos en nuestra vida cotidiana y que pueden ser nombradas por la cultura. El autocuidado, el cuidado de otros, las tareas domésticas, el estudio y el trabajo, las relaciones sociales y la participación social y comunitaria, el ocio y el tiempo libre, la recreación y el descanso, cultivar un arte o nuestra espiritualidad, la contemplación y la lectura. Son todas ocupaciones.
El concepto de “privación
ocupacional” aparece en el trabajo de Whiteford[1] para
referirse a la dificultad que experimentan las personas privadas de libertad
para involucrarse en ocupaciones significativas debido a las limitaciones que
les impone el contexto. La “privación ocupacional” proviene no de factores
inherentes a la persona, sino de factores externos que se encuentran fuera de
su control y que se prolongan en el tiempo.
Sin embargo, es Wilcock[2] quien
en su trabajo busca definir y sistematizar el concepto de “privación
ocupacional”, que reconoce como un riesgo para la salud de las personas y
comunidades. Este riesgo está determinado por factores sociales, culturales,
normativos, políticos y económicos. Esta privación puede provenir de cualquier
entidad o circunstancia que impida adquirir, disfrutar o usar algo. Para
Wilcock esta privación se explica desde la perspectiva de los determinantes
sociales de la salud, sean estos de carácter estructural, como son el sistema
económico, político, cultural, educacional, geográfico, o próximos, como son el
sistema de salud o las redes y sistemas de apoyo.
Esta situación de
privación que genera limitación en el desempeño de ocupaciones, producto de
factores del contexto, altera los patrones del uso del tiempo y las rutinas, y
puede tener diversos y negativos efectos, tales como la pérdida de la noción
del tiempo, la desorientación, la pérdida del sentimiento de eficacia,
trastornos del sueño y dificultades en el desarrollo de destrezas adaptativas
para la interacción e integración social, entre otros. Estos efectos pueden ser
particularmente graves en poblaciones vulneradas y vulnerables.
Así, esta situación de “privación
ocupacional” la experimentan no sólo las personas privadas de libertad, sino otros colectivos que se encuentren en
situación de vulnerabilidad social o que han sido vulnerados en sus derechos. Puede
ser el caso de personas en situación de discapacidad; personas migrantes;
personas que viven en situación de calle; personas mayores; minorías étnicas;
entre muchos otros colectivos. La escasez de recursos materiales, la pobreza y
la inequidad social son fuente de “privación ocupacional”.
La pandemia del COVID-19 tiene como efecto, para todos y
todas, una situación de “privación ocupacional” como la que se describe, puesto
que limita nuestra participación cotidiana en aquellas ocupaciones que dan
sentido y significado a nuestras vidas. En estos días de “distanciamiento
social obligado” surge la necesidad de
mirar nuestras ocupaciones, ajustarlas y adaptarlas, con el propósito de
mantener nuestra participación en ocupaciones habituales, descubriendo o reinventando muchas de ellas.
Nuestro desafío: lograr un equilibrio
ocupacional, encontrando satisfacción y sentido en lo que hacemos. Esta
situación de “privación ocupacional” que enfrentamos es nueva para la mayoría,
y sabemos que si bien se ha prolongado en el tiempo, es una situación
transitoria y pasará. Llegará el momento en que podremos retomar nuestras vidas
y volver a desempeñar nuestras ocupaciones.
Sin embargo, hay
personas y grupos de población que viven una situación de “privación
ocupacional” de manera permanente. Personas donde las circunstancias de su
contexto, material, económico, social, les impiden o restringen su participación
ocupacional plena. Estas personas están en riesgo permanente de sufrir daño a
su salud, su bienestar y calidad de vida.
Sin duda, podemos hacer aprendizajes en esta situación de crisis sanitaria en la que nos encontramos inmersos. La “privación ocupacional” que conlleva esta pandemia puede tener efectos muy negativos, pues toda persona debe tener la oportunidad de desplegar sus ocupaciones de manera satisfactoria. Sin embargo, también abre una ventana de oportunidad para que cada una/o contribuya, desde el lugar en que le toca estar, a evitar que las brechas de equidad se acentúen. Evitar que sus efectos se instalen de manera permanente en nuestra población más vulnerable. Poner en el centro a las personas, es el propósito que nos inspira. Hoy tenemos la oportunidad de poner a la persona y al bien común en el centro, como una tarea personal y colectiva. Quiero terminar invitando a que trabajemos con una mirada inclusiva que permita generar las condiciones necesarias que favorezcan la participación ocupacional plena de todas y todos”.
[1]
Whiteford, G. Occupational Deprivation and Incarceration. J Occup Sci, 1997;
4(3).
[2]
Wilcock, A. An Occupational Perspective of Health. Thorofare, Nj: Slack, 1998